lunes, 26 de diciembre de 2011

Mariposa clavada.

Mariposa clavada que medita su vuelo.
Rosa del equilibrio sin dolores buscados.
¡Siempre la rosa!
F. G. Lorca


Oh tú, flor del asfalto, puente de besos.
Tú que aprietas, que exprimes, que desgarras, que exiges.
Oh tú, amor de los hombres.
Las ciudades levantan el invierno que empieza, quieto y arrebolado, esperando un frenazo, un roce, un temblar abandonado de todo sobre sábanas con mil ojos.
Empiezas tú también en cada esquina, en los tejados de las aves huecas, empiezas tú detrás de todo, antes de todo, dentro de todo, tú.
Y poco a poco - papel interrumpido, dulce escarcha, boca fría - aparece un levísimo segundo conocido. Aparece vibrante y doloroso y mudo. Y llega con el arte, el vacío y la tarde a mitad, y se marcha con tres o cuatro pasos.
Pero llega - es sabido - para quedarse. 
Que te has ido, me dicen. 
Jardín azul, manos de niebla, me dicen que te has ido.


Ruiz. B.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Esa fracción de ti.

"Canto tu corazón astronómico y tierno, de baraja francesa y sin ninguna herida"
F. G. Lorca

"No quiero perderte nunca...es que… te quiero mucho, un montón.” 
Y me lo ha dicho con tono de niña pequeña, no ha usado su voz atractiva y excitante, pero me ha removido el alma entera, me ha agarrado el corazón (como de costumbre), lo ha volcado y lo ha colocado a su medida, donde a ella le gusta que esté, en la garganta, o quizá más arriba. 


















lunes, 19 de diciembre de 2011

Ven, siempre ven.


No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aun de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero.
No quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese ya aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.
La soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil,
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.
Pero tú no te acerques. Tu frente destellante, carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia,
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.
No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.
Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.
Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
¡Ven, ven, muerte, amor; ven pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!

Vicente Aleixandre


miércoles, 14 de diciembre de 2011

jueves, 8 de diciembre de 2011

Volver.

"No sé si cuando uno vuelve a un sitio donde fue feliz vuelve con el cuerpo o con el corazón. Con los ojos, o con la memoria."

Con esa vaga tristeza de las tardes tranquilas. 
Con los ojos cerrados, las puertas cerradas y la sonrisa abierta. 
Con esas palabras que se dicen a veces.
Tú nunca estuviste en el lugar en el que crecí. Más inviernos de los que caben entre las manos, mis libros, pasillos para correr, novedades que ya nos son extrañas, rincones inmóviles.
Siempre en aquel lugar te están esperando.
Nunca estuviste allí, y sin embargo yo he vuelto esta mañana.
Contigo.

Ruiz. B.



sábado, 3 de diciembre de 2011

Del tiempo perdido y del regalado.

"En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada."

Vicente Aleixandre


Hay algunos besos que se pierden, hay que saberlo. Saber que se pierden - o se pueden perder - si no se entregan. Porque un beso perdido se marcha como un rastro, como un río o un día que no deja recuerdo. 
Se va, ellos sí que no esperan. Si se pierden, se pierden para siempre. No habrá retorno, ni labios de arena que quieran rescatarlo, ni anillos para el tiempo, ni horas muertas.
El tiempo regalado que me das, que te doy - porque tú lo quisiste - se parece a ese tiempo de los besos perdidos. Aunque - ya lo sabemos, y lo sabemos bien - hay calles más propicias que otras para perder un beso.
Ellos llegan, llegan sin previo aviso y sin reposo previo. Llegan sin más, cuando tu boca acerca a mi piel, por mi piel, la calidez del abrigo de lana, del sofá, de los dientes, del lugar incorrecto. De repente tu boca, tus labios sin aurora, sin agua, sin tiempo si es preciso, sin premeditación ni alevosía, acercan a mi boca el despertar de un beso. Tus labios se ofrecen sin pensar en curvas luminosas, cargadas de destellos, de voces que proclaman ese silencio que va a llegar, inminente, desnudo.
Te acercas de repente. Peligro, mundo, ruido, pasos, hojas, cristales, plantas, pelo, ojos, estrella, alguien detrás, delante, vacío, libros, llamadas, puentes, flancos, portal, acera, gritos, alegría, carrera, faros, rueda, palabra, carretera, luna, hueco, nariz, dedos, asfalto.
Ya se marchó. Ese, aquel, tuyo, mío, que nunca llegó a ser. Vuelo de verde, vuelo de planta, de gente con las cuencas de los ojos vacías. Se perdió aquel. 
Y nosotros debemos aprender que perderemos muchos. De este modo o de otro, qué más da. Se perderán y vivirán lejanos, sin bocas inflamadas.
Pero amor, aunque ahora ya es tarde, es preciso el olor de otro tipo de besos. Los que no son de aire, ni de hueco, ni de horas perdidas, no.
Los que se quedan cerca - carne, labio, caricia, oscuros, cierto, horizontal, pared, vacío, ventana. 
Los de mar y saliva.
Esos que sí nos damos.


Ruiz. B.