martes, 31 de julio de 2012

Lluvia de verano.


Llorar a lágrima viva
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, 
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.
Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad 
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.
Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!



Oliverio Girondo 







martes, 24 de julio de 2012

Veleta.

Pero vienes ¡demasiado tarde! Ya he enrollado la noche de mi cuento en el estante.
F. G. Lorca

En el asiento trasero cierra los ojos, alguien enciende la calefacción por error. Demasiado calor, mucho ruido. Alguien la apaga y el sudor deja de correr por su espalda. Árboles veloces detrás de la ventana, una mano pequeña señalando las ramas. Llegan a su destino, les esperan. Descansan un instante. Caminan sobre la tierra, el camino es árido y está apenas trillado, pero el cielo está limpio y sopla el viento y se oyen risas lejos y huele a lavanda. Y a la vuelta se sientan y charlan de cualquier cosa, y esperan cualquier cosa. Y, mientras llega la cena, se da cuenta despacio de todas las estructuras: las rotas, las nuevas, las heridas, las ausentes, las de vuelta. Se ensamblan como pueden, cada día una distinta. Se ensamblan como quieren, a golpes algunas veces, muy suavemente, otras. Y entonces alguien le habla de una suma y de la felicidad y hace un resumen maravilloso de algo obvio que muchas veces olvidamos. Y en ese instante recordó una vez más un puente, uno de tantos, y supo que era cierto a medias y trajeron vino blanco muy frío con gaseosa y encajó aquella noche como el verde a las hojas.

jueves, 19 de julio de 2012

Verde que te quiero verde.

Cuando no se espera nada, a veces las algas sumergen las pestañas bajo cuencos vacíos, y se levanta el mundo y se callan los perros. La ternura se excita y libera temblando el blando humo denso que prohíben las rosas. Bocas ajenas preguntan por bolígrafos insomnes, y la oportunidad se desmadeja. 
Se ha levantado el cielo de las sombras bajo la ley de los amores fríos. Se ha denunciado la tragedia de los labios plagados de hormigas del asfalto. Se han aplaudido la conciencia y la sangre del mar y se han hinchado de fiebre todas las proas. 
Hay que correr, porque las libaciones han llegado a su hora a los campos.
Hay que correr, porque el fuego se extingue.
Hay que correr, porque la flor del agua se convulsiona.
Amanezcamos hundidos de placer. Alumbremos de ojos las espaldas desnudas.
Lancemos gritos de muñeca libre, de Granada en la cima.
Soñemos con los mendigos dormidos de las plazas rotas.
Cómo me está costando este último latido. 
Hay que volar si las lágrimas saben a aceituna.
Hay que volar si las uñas se rasgan.

Hay que volar si sobre las cinturas hay golondrinas blancas.


Ruiz. B.

lunes, 9 de julio de 2012

Expectativas.

Vamos a asaltar el azul. Dejemos que estallen los jardines y las sombras y nos cubran de arena. Vamos a dejar de ejercer esta tristeza y a dejarnos las uñas. Venga, seamos solo mar y ternura. Hagamos que la luz borre los ojos de todas las paredes. Seamos ciertos. Hagámonos cobardes, que se escondan el verde y la ceniza. Estallemos de libro y de abanico y perdamos la calma. Perdámonos en cada esquina, destrocemos los mapas. Vamos, por fin, a ser espuma. Espumémonos, pues. Cerrémonos de fuego, apretemos las horas y el paisaje, quejémonos. Recordemos, sin miedo, arranquemos los labios del carmín y echemos sobre ellos algo más que palabras. Estudiemos el frío. Cocinemos las flores bajo el agua. Vamos a inventarnos marcas bajo la piel. Corramos, llega el día. Alcancemos el final. Acariciemos las hojas, el brillo del cristal y el hueco negro. Explotemos la risa. Defendamos la risa. No olvidemos la risa, ni la historia.

Ruiz. B.


viernes, 6 de julio de 2012

Todos los planes.

"Él recuerda aquellos años como si mirara a través del cristal de una ventana cubierta de polvo. El pasado es algo que podemos recordar pero no tocar y todo lo que se recuerda es borroso y vago."
In the Mood for Love


Crónicas de Mordor.


Querido M., a veces me pregunto por qué no supe comprenderlo antes. Me pregunto cada día cuándo cambió todo (porque todo cambió, sí, ahora lo sé, aunque antes no pudiese verlo). Y creo haber encontrado el momento. Es muy tarde, está claro, para casi todo. Pero yo lo he encontrado, a oscuras y fumando. "Un poco menos fuerte" como mecha y todos los planes como fuego. Y unos pocos días de incendio. Y luego nada. 


Querido M., he dicho que es tarde ya para casi todo, pero no lo es para pintarse las uñas de oscuro en el salón tras un día agotador y tan lleno de gente como vacío de ganas. Hoy, M., he despertado recordándote antes de ti, y he dormido bien, sin sueños y sin frío, como hace mucho tiempo yo dormía. Y al levantarme y enfrentar el día ha llegado tu sombra, o el recuerdo de tu sombra - borroso y vago - y me ha dejado los ojos vacíos de ciudad.


Querido M., sabes que no funciono bien y que hago muchas cosas al revés. Y ahora, M., aunque tú no lo sepas, las ruinas crecen en lugar de achicarse y la lluvia va hacia arriba y el verano no llega a pesar de ser Julio. Y me arde, y me gusta. Pero me cansa y tengo sueño. Y concibo las cosas de hace tiempo y las tomo y las suelto. 


Querido M., huele a velas y suena a teclas y sabe a tarta. Y, aunque me resulte curioso, en días como hoy espero que alguien como tú me explique el mundo tal y como lo ves, deprisa, pero cierto. Hay ocasiones que son para estar y para recordar y para asentir mientras sientes por dentro que te marchas.


Querido M., hoy he querido silencio y pocas cosas más. Llorar, quizá. Reír. Preguntarte por qué (y por qué no). Matar. Huir. Estudiar Bellas Artes. Comerme una manzana.


Querido M., espero de verdad que no puedas entender esto. Como casi siempre. 


Ruiz. B.


martes, 3 de julio de 2012

No se lo digas a nadie.

Un secreto como modo de vida. Como modo de vida insana y apagada y explosiva. Un secreto que emocionaba con tan sólo rozarlo, un pequeño secreto azul y a voces. Un secreto que encendía las brasas de todos los fuegos de la tierra, que llenaba de orgullo, de equilibrio, de luz y de misterio el final del verano. Como si todo el mundo se asomara a una ventana que teníamos a la espalda.
Y ahora que se han quemado los cartuchos y que queda una marca de ceniza, no quiero más secretos que el olor a salchichas y a jabón a las tres de la tarde en la cocina.