miércoles, 30 de mayo de 2012

#.

De día habría sido imposible. Ahora sí, ahora que el orgullo y el miedo y la distancia tejen calma aparente (y no tan aparente, ya era hora) y licúan la luz, de vez en cuando...ahora es imposible, de día no, no puedo. Ni siquiera lo pienso, vivo y sonrío, no hago ya otra cosa, vivo, sonrío, camino hacia delante y ni siquiera vuelo.
Pero de noche...de noche cambia un poco. Cuando todos se han ido y quedas tú con un libro en las manos y una rosa amarilla entre las piernas esperando algún viaje o un retazo de sueño. Y empiezas a leer y dejas que la mirada vague un rato sobre unas líneas que ya no comprendes ni quieres comprender, ni te interesan, porque, por un instante que te concedes involuntariamente, lo incomprensible vuelve. Y quieres a deshora. Y piensas, por ejemplo, en el calor que tienes y coges unas llaves, "metal frío", caja, cartel y latas y papel y promesas (con chocolate y té). Solo piensas, ya nada languidece, las manos aferradas a la portada dura, no vaya a ser que tiemblen. Es una concesión, supongo, de noche a mundo. Piensas en las alarmas, en los álbumes, y en un París al que nunca fuimos y al que probablemente nunca vayamos. O quizá sí, quién sabe. Y traspasas el límite y las tapas del libro ya no sirven y buscas otro tipo de asas que apretar y piensas que pensaste y que ya basta. Entonces cierras los ojos y los abres y fijas la mirada otra vez en las letras. Y esta vez sí las ves, como si fuera de día y no de noche y pudieras leer bien. Las ves como si todo siguiera igual. O, al menos, como si todo siguiera.

Ruiz. B.

martes, 29 de mayo de 2012

Un día cualquiera.

Por sentirme como en casa o quizá precisamente por lo contrario, porque no lo era. No sé muy bien por qué, pero creo que recordaré en algún momento la puerta abriéndose, y el pasillo y subir y bajar y un olor especial que solo yo notaba. Y puede que también me acuerde de una valla hecha de palillos, de alguna hoja en blanco, de recortes y premios. Y también de recuerdos que no tuve, porque no fueron míos. En fin, vamos, resumo: que hablo de un día cualquiera, sin mucho más que ofrecer que un par de carreras, alguna canción, una pelota. Y un camino, un "tránsito" hacia algún lugar.
Imagino, sí, que lo recordaré y puede que hasta se me escape una sonrisa, incluso un par, no lo descarto.
Helado derritiéndose al sol, un poco de música, aire de cinco de la tarde y me salvó. Una "pequeña salvación, por un instante."

Ruiz. B. 



"Un tren de madrugada consiguió trazar la frontera entre siempre o jamás."

sábado, 26 de mayo de 2012

En cambio.


“El romanticismo y el sentimentalismo son una ordinariez. El enamoramiento no es interesante. Lo que no nos da felicidad o alegría hay que apartarlo un poco. Y yo cuando me he enamorado nunca he sido feliz. La pasión es una parte muy pequeña del enamoramiento…pero no es la más importante, al contrario de lo que solemos pensar. La pasión conduce a creer que solamente existe la posibilidad de ser feliz en la contemplación del ser amado. Y esto es una cuestión de carácter obsesivo que nos hace vivir infelices. La pasión suele ir acompañada de tristeza, pena o angustia.
El amor, en cambio, es muy interesante.”

J.B.


miércoles, 23 de mayo de 2012

De vez en cuando.

“Ya ves, continuamos viviendo cada uno a su manera, incluso ahora”, pensé. Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y sólo conservemos, de lo que antes éramos, una fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en silencio. Podemos alargar la mano e ir tirando del hilo de los días que nos han destinado, ir dejándolos luego atrás. En forma de trabajo rutinario, el trabajo de todos los días…haciendo, según cómo, una buena actuación. 
Al pensarlo, me sentí profundamente vacío.


H. Murakami


sábado, 12 de mayo de 2012

Dolor y otros milagros.


Porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.


Mario Benedetti

jueves, 10 de mayo de 2012

Anuncios luminosos de la vida en tus ojos.

"Las luces de tu alma, sí, las luces, 
anuncios luminosos de la vida 
en la noche, en tus ojos."
Pedro Salinas


Apartó de sus manos la derrota y el polvo. Retiró con ternura la culpa, barrió todas las dudas, limpió la confianza a conciencia, con un poco de agua y alguna lágrima que no quiso ser vertida un mediodía de martes.
Abrió las heridas y las ventanas, dejó que corrieran el dolor, la calma y el aire. 
Acondicionó la puerta, quitó las barras que la atrancaban, desatornilló los cerrojos, engrasó la cerradura y la dejó como nueva, como en aquel primer encuentro, no quedó en ella más que el deseo de abrirse cada día. 
También enjuagó el suelo y ordenó las estancias dejando bien colocado en cada rincón un pedacito de impaciencia, de morbo y de misterio (eso nunca se perdería), pero quitó de en medio la dependencia, la angustia y el miedo al abandono y lo dejó bien alto en un armario (aunque, aun así, quedaron al alcance...no sería tan fácil desprenderse de ello, eran ya muchos años los que habían estado sobre la mesa).
Preparó la sonrisa, el sabor en los labios. 
Dejó listos los platos, los besos y el café. 
Y paró a descansar, por fin, tras mucho tiempo, esperando una visita o un milagro.
Y pronto llegaría la llamada a la puerta, la sonrisa en los ojos, la luz en la sonrisa.

Ruiz. B.

domingo, 6 de mayo de 2012

Los placeres prohibidos.

"Me gusta verte más. Aunque en realidad...no te vea."


Descansaba plácidamente bajo un cielo pleno de sol e historias abandonadas a mitad del camino. Se movía ruidosamente, no tenía cuidado ni temía al peligro, dando vueltas en el mismo lugar, a veces; otras veces se levantaba de un salto y corría torpemente. Volvía a detenerse, quizá a coger el fruto de algún árbol o a admirar la belleza de una flor. Seguía, volvía a parar, siempre alerta. Nunca se demoraba más de lo necesario en el mismo sitio, pero estaba el tiempo suficiente para sentir intriga, fascinación por las cosas que se cruzaban frente a sus ojos. Era una presa difícil...pero, al fin y al cabo, lo era.
A cierta distancia, tras una leve barrera, un par de ojos intensos observaban la carrera, la quietud o la tibieza de su cuerpo frágil. Se habían posado en él como en tantas otras cosas extrañas, pero esta vez era diferente. Apenas hubo demora. Esta vez, el cazador decidió no dilatar más el tiempo, ni tentar a una suerte demasiado dudosa para que fuera cierta. Esta vez fue deprisa. 
Rápido, fuerte y certero quebró la barrera.
Fuerte, certero y rápido adelantó su huída desgarbada.
Certero, rápido y fuerte interrumpió su trayectoria.
Se miraron a los ojos, se midieron. No competían en fuerza ni en velocidad, pero sí en astucia, sí en miedo - miedo a la pérdida, de la vida, del premio. 
Y quizá habría podido huir...puede que hubiera podido escapar...pero hubo un fallo inimaginable, imperdonable, increíble, imprudente. Y así como miraba las flores, o las nubes, o los pájaros y se asombraba, así se detuvo en los ojos del cazador. Bajó la guardia, tardó un segundo más de lo debido en apartar la vista. Y ya era tarde.
Se abalanzó sobre él, elegante, seguro de su victoria. Lo acorraló, despacio. Enlentecía el movimiento al acercarse, se medía, controlaba, alargaba el momento del placer - ¿el placer de la caza, el placer de la presa? ¿el placer de saber que había ganado? ¿el placer de los bailes en la palma de una mano? - pero, finalmente, llegaba.


Luego, las otras muchas veces, habían quedado las huellas, sangre y restos de la batalla. Y nada más.
Y esta vez no fue así...se quedó merodeando, girando en torno al cuerpo: sus ojos fijos aún en los del otro. Ninguna herida, la carne intacta...sólo faltaba una pieza, que se curvaba en manos del cazador.
Le había arrancado el corazón.


Ripples.