"Las luces de tu alma, sí, las luces,
anuncios luminosos de la vida
en la noche, en tus ojos."
Pedro Salinas
Abrió las heridas y las ventanas, dejó que corrieran el dolor, la calma y el aire.
Acondicionó la puerta, quitó las barras que la atrancaban, desatornilló los cerrojos, engrasó la cerradura y la dejó como nueva, como en aquel primer encuentro, no quedó en ella más que el deseo de abrirse cada día.
También enjuagó el suelo y ordenó las estancias dejando bien colocado en cada rincón un pedacito de impaciencia, de morbo y de misterio (eso nunca se perdería), pero quitó de en medio la dependencia, la angustia y el miedo al abandono y lo dejó bien alto en un armario (aunque, aun así, quedaron al alcance...no sería tan fácil desprenderse de ello, eran ya muchos años los que habían estado sobre la mesa).
Preparó la sonrisa, el sabor en los labios.
Dejó listos los platos, los besos y el café.
Y paró a descansar, por fin, tras mucho tiempo, esperando una visita o un milagro.
Y pronto llegaría la llamada a la puerta, la sonrisa en los ojos, la luz en la sonrisa.
Ruiz. B.
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