"Ese trocito de azúcar verde."
"Es algo que no puedes alcanzar, que no logras comprender del todo. Por eso te capta." Un universo paralelo, un refugio, una manta, una cueva, un campo de baloncesto a oscuras, una siesta, un ovillo, una imprudencia, un vuelo impertinente, una locura. Un lugar al que quieres volver.
Y ella sabía que lo necesitaba para tener apenas un fragmento de esa vida bohemia que de vez en cuando se atrevía a mirar desde arriba, desde la ventana de las cosas bien hechas y en orden, desde la estructura, desde el limón amargo, desde la calidez y la pureza.
Y ella sabía que había destrozado su conciencia, que había pulverizado sus pilares y quebrado de lleno la forma de todo lo que había conocido antes. Lo sabía y le daba tanto vértigo que querría huir a veces. A veces, en días como hoy, correría sin parar hasta el fin de alguna calle no demasiado concurrida, para recordarla como era cuando aún no existía.
Necesitaba a veces un poco del aire que en aquel recoveco no lograba aspirar, por cercanía de bocas, por labios, por caricias, por frío y por ya no te quiero querer tanto.
Y cuando le preguntaba si entendía, de sobra ya sabía la respuesta. Y era un no. (Aunque ella decía sí, y sonreía, y nunca habría soñado mirar con tanta fuerza, de romper la mandíbula de un beso).
Y no podría entenderlo, se dio cuenta muy tarde, demasiado tarde para lo que acostumbraba. Nunca podría entenderlo, un milagro, una estepa, un café a media tarde, un colibrí, una nube, se podían comprender. Ella no. Jamás, nunca, por siempre, para siempre, comprender, comprensible. Eso no. No el lugar al que accedían a veces, de la mano. O sola, o lejos o a su lado.
Ruiz. B.
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