Los reflejos plateados dan la impresión de que el cielo y sus estrellas acaban de caer en la bañera. Es maravilloso ese grifo ordinario que esparce blandas estrellas en el silencio de la noche. Entramos lentamente en el agua, a fin de no salpicar esta delicia. Somos dos gusanos estrellados de gran formato. Y hacemos el amor despacio; somos los amantes más lentos del mundo, apenas nos rozamos con nuestras lenguas. El chapoteo del agua le haría a cada uno creerse dentro del vientre del otro. Rara vez he sentido algo tan agradable.
Murmuramos chillidos. Hay que contenerse.
Termino cayendo cuan largo soy, como si acabara de morir en un western y ella se pone a gritar muy flojito. El cuco suena al ralentí. Oh, Madeleine...
Miss Acacia se duerme. La contemplo durante un largo rato. La longitud de sus pestañas maquilladas acentúa la ferocidad de su belleza. Resulta tan deseable que me pregunto si su oficio de cantante no la habrá condicionado hasta el punto de posar para pintores imaginarios, incluso en pleno sueño. Parece un cuadro de Modigliani, un cuadro de Modigliani con una hermosa mujer que ronca un poquito.
Mathias Malzieu
"La mecánica del corazón"
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