lunes, 16 de abril de 2012

Rotos.

"El jugador en la esquina con su caramelo, hoy no durmió en el sueño, tenía celos. Casi tiene su corazón prisionero...afortunado en el amor, mala suerte en el juego."
Los Rodríguez


Hace ya algún tiempo, un tiempo que nadie podría calificar de extenso ni tampoco de breve, un tablero de ajedrez escribió un cambio. Posiblemente aquel fuera el más grande de todos aquellos cambios que parecen haberse marchado sin intención ni billete de vuelta.
El tablero se ha roto, la madera ha quedado astillada por los bordes, y hay que tener cuidado al cogerlo, podrías hacerte daño. Cualquiera podría hacerse daño con ese absurdo juego roto. Hay que retirarlo, entonces. Lo apartamos, lo cogemos con cuidado y lo guardamos donde nadie pueda pincharse.
¿Y ahora, qué? Tenemos piezas aún en buen estado, piezas repartidas, muertas, vivas, guardadas en los bolsillos...incluso alguna trampa preparada, algún truco. Tenemos pocas reglas, pero nunca tuvimos demasiadas. Nos quedan aún ganas de seguir la partida. Nos quedan muchas cosas, todavía.
Venga, pues. Vamos, arriba, levanta, muévete, busquemos algo para apoyar esta tramoya, para apoyarnos, busquemos sin parar, ha de haber algo. Fue tan sencillo comenzar a jugar...no contábamos con estos pequeños imprevistos. Pero venga, otra vez.
Entonces alguien llega, nos derriba la mesa, nos fuerza a mirar hacia el suelo, y traza allí una línea. Y se marcha. ¡Eso es! Podemos dibujarlo, a nuestro antojo, que sea como queramos que sea. 
Pero que siga el juego.


Ripples.

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