Ambo (era así para los amigos, y las amigas) y sus costosas negativas. Él y sus lugares, insectos de lo perdido. En la soledad - ya no tan soledad, me confesó un día - acompañaba cielos y elefantes. Arañas y hojas de papel en blanco. Y de árbol. Él y su vida múltiple, cansado de correr y de reír. Cansado siempre, siempre alerta y siempre en los brazos de un descanso que no quería llegar, hasta la noche.
Allí, en su lejana tierra, decía que sus noches parecían más estrelladas. Él las nombraba a veces - las estrellas- : Arcturo, Altair, Vega.
Aquí en nuestro universo solamente podíamos recogernos, ovillarnos, hacer hueco y apagar - o no - las luces esperando a que el sueño, por fin, le derrotase.
Ruiz. B.
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