"Heme aquí, en los corredores del palacio en que todos están dormidos. ¿Acaso el verde de la tristeza y de la herrumbre no es la canción de las sirenas?"
André Breton
Sabrás que no es fácil. No resulta agradable en modo alguno salir a la calle y ver que no esperan las flores, ni los muertos, ni siquiera los refrescos para aplacar la sed de tempestades en este oscuro mundo del naufragio.
Nada aquí es del color que parece, del color de las olas cuando, sin saber qué hora o qué camino tendrán por delante en su vagar, languidecen en la angostura del espacio entre tus dedos.
Sin asideros, del mundo me queda tu recuerdo y el oscuro deseo de volver a tu cauce desbordado.
Sin proyectos, de ti me quedo con tus manos y el tumulto de enredos que despiertan cuando en lo más profundo de tu sinsabor yerras la mirada, la angustia y las palabras.
Verás, te dije, pero ni viste ni quisiste ver que el descarrío más absurdo llegaba con sus ecos de flauta y de guitarra, con sus cintas de música y de alborozo, con sus claves de ser, de sol y de sombrero.
Tu libertad me está costando el arte dentro de las costillas, el monstruo que camina y que se arrastra al destino de luz y de opereta que no alcanzan tus labios, ni tus flancos.
Amor, cuestión menuda y azulada que desde tu alto poste, tu gran reino, tu estandarte de plata, de ceniza y de hierba contoneas en el filo de la luminosidad del mundo yermo que ostentas en las cimas del llanto.
Ruiz. B.
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