La sangre, el veneno y la sal se mezclan en la misma herida de náusea y de silencio.
Corroe los cristales, agita las hojas quietas y quiebra la balanza de la calma.
Calma falsa, falsa carrera, falso el encuentro en el origen del mundo.
Arrancar con los dedos desollados la carne donde estuvo el tacto de tus manos.
Excavar hasta el fondo de un abismo y sumergir la cabeza hasta aspirar aire roto y agua sucia y venas huecas. Expulsar el recuerdo.
Vómitos de miel y de manzana sobre las letras, dentro de las cajas, hacia las torres más altas del mundo que no podrían caer ni con la ira de siete huracanes. Olvidar tus ataques, sentarse a contemplar el circo ajeno con los ojos sobre bandejas de plata y las cuencas sangrantes y afiladas fijas en un único punto.
Disfrutar del vacío, de la nada.
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